Hoy quiero dar las gracias a todas las “mujeres de mi vida”. 

Y no es que sea una mujeriega, sino que he tenido la suerte de aprender lo que es ser mujer con el tiempo. 

Yo nunca tuve muchas amigas mujeres. Contaba con mi madre y mi hermana, siempre amigas y confidentes pero en mi adolescencia y época de universidad sólo contaba con un par de amigas, eso si, muy buenas amigas. En Italia estudiando, tuve mis dos amigas mujeres, una preciosa experiencia que perdura con fuerza. El resto de mis buenos amigos eran hombres.  No me pregunten porqué pero era más fácil relacionarse con hombres. Ellos se complican menos la vida y hay menos susceptibilidad. Tuve la suerte de tener muy buenos amigos hombres que comprendían mis sueños y aspiraciones, era fascinante hablar con ellos. Nosotras somos mucho más complejas, más sensibles especialmente en la época donde las hormonas están en plena efervescencia…

Después, la vida de expatriada me dio un regalo y conocí la amistad entre mujeres. 

Mi primer bebe no vino con un pan bajo el brazo, me trajo amigas de todo el mundo bajo el brazo. 

Con dos de ellas vivi la mitad del embarazo, la recta final y la bienvenida de los bebes. Nos acompañamos durante la experiencia, en el día a día. Esos lazos son indestructibles, son como un imán que nos unirá siempre. 

Éramos jóvenes, vivíamos lejos de nuestra cultura de origen. Quizás por eso y por nostalgia la mayoría de las mujeres con hijos ya mayores nos daban consejos. Lo hacían de corazón, nos contaban sus experiencias, nos pasaban sus miedos y su manera de vivir las cosas, en cierto modo revivían su experiencia y sacaban a la luz los recuerdos. A veces se dejaban llevar tanto que decían unas cosas… que lejos de calmarte, te ponían histérica. 

Recuerdo una vez en la recta final del embarazo que estábamos las tres en un típico “café de expatriadas”. Allí nos empezaron a contar historias de sus embarazos, hasta que una señora, empezó a hablar de los riesgos y los problemas de todas las mujeres que conoció. ¡Madre mía! Tuvimos que aguantar todo ese chorreo de historias que acababan mal por la situación social. No podíamos mandarla de paseo… Salimos de allí con mal cuerpo. La suerte es que en el ascensor las tres pudimos desahogarnos sin tapujos sobre lo poco acertado de las historias y quieras o no, el estar las tres ahí juntas nos aliviaba.

Vivíamos en el mismo lugar y momento. Nos enfrentábamos a las mismas frustraciones y problemas. Éramos de edades, ideales generacionales y manera de vivir similares. Los consejos sobre el parto y cuidados del bebe cambia inevitablemente dependiendo de muchos factores: de la cultura de origen, de la época y en el caso de todas las que tenemos los bebes en un país extranjero cambia por las vicisitudes de la vida cotidiana del lugar de residencia.

Más adelante, la vida me obsequió con un grupo enorme de amigas. Todas mujeres latinas, de todos los “colores y sabores”. Con personalidades muy fuertes, explosivas o tranquilas, toda una gama de temperamentos.  Todas muy diferentes. Vosotras, chicas me habéis hecho crecer de un modo increíble. Me habéis mostrado lo que es la alegría, el respeto, la solidaridad entre mujeres. Habéis hecho que me abra. Me habéis motivado para que quisiera entender vuestro modo de pensar a veces tan diferente.

Ese cariño incondicional que distéis a mi y a mi familia, y el saber que en un país difícil, sin muchos recursos y con bebes con problemas de salud siempre podía contar con todas vosotras , nunca os lo podré agradecer suficiente. Os habéis vuelto la familia que no tenía allí y que ahora forma parte de los tíos y tías adoptivos que tenemos los expatriados.

Después he tenido la suerte de seguir encontrando tesoros en mi camino, tanto en Francia como ahora en Marruecos. 

Yo he aprendido mucho de todas esas mujeres que me he cruzado en la vida, las de mi familia de sangre y las de mi familia de adopción. A través de sus historias, de su manera de vivir, de sus problemas, de lo observado y  de sus consejos o reproches. 

La vida me ha puesto en el camino a tantas y tantas mujeres admirables, sensibles y fuertes. Juntas hemos pasado momentos buenos y menos buenos. Agradezco ese apoyo a lo largo de los años y los continentes y otras muchas pequeñas grandes cosas.

Con la vida de expatriados dejamos atrás tantos lazos esenciales. Nos quedamos solas, perdemos en el día a día a nuestras madres, hermanas, primas, tías y amigas de siempre y pasamos periodos de dura soledad. Sin embargo, después de muchas vueltas, se que siempre se encuentra a alguien, siempre encontramos a una mano amiga, una confidente con la que podemos contar a cualquier hora, de la que nos separaremos, a la que lloraremos, pero con la que contaremos siempre, y cuando nos reencontremos al cabo de muchos años, retomaremos en el mismo punto, como si no hubiera pasado el tiempo.

Gracias a vosotras he crecido. Es difícil a veces enfrentarse a la vida y “tirar” de todo, pero gracias a todas ellas, todas las MUJERES de mi vida, sigo adelante, me aferro a su fuerza, a su coraje y así juntas, dándonos una mano aunque sea virtual, seguimos apoyándonos en esta maravillosa y difícil tarea de encontrar un equilibrio entre hacer lo que debemos, hacer felices a los demás y vivir felices nosotras mismas.

MUJERES con mayúsculas con esos lazos invisibles y fuertes que nacen sin querer; y muchas veces no por afinidad de caracteres o filosofías de vida, sino todo lo contrario, por la disparidad de caracteres y vidas que hace que nos nutramos las unas a las otras desde el cariño desde la amistad, desde la complicidad y sin esperar nada más que poder ser escuchadas sin juicios porque todas, todas nosotras entendemos bien lo que es ser MUJER.

¡Hasta pronto!

Mónica

Expat-Ñola

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