He empezado a estudiar un Master de Dirección de Comunicación en las redes sociales. Me encuentro con compañeros de un perfil diferente, han estudiado marketing, empresa o periodismo y que muchos tienen años de experiencia en el sector en el que trabajan o quieren trabajar en el área.

Ahí llego yo, como un sugus en una paella.

Nada que ver con el marketing. Nada que ver con la idea de hacer carrera en una empresa. Nada fan de las redes sociales ni las cosas tecnológicas más allá de lo útil: un teléfono superconectado, ipads para los viajes largos con tres niños, mis robots aspiradores y la termomix para hacer tartas de cumpleaños o llevar al colegio magdalenas en el día en que las profesoras de mis hijos dicen que hay fiesta de clase.

Desde hace años soy una fiel usuaria de internet y mundo virtual: busco información, trabajo, compro viajes, ropa e incluso los reyes en mi casa han llegado por internet, tengo amigos por todo el mundo y me relaciono con ellos virtualmente. Aprecio mucho las ventajas que me aportan las nuevas tecnologías en todos los aspectos de mi vida. Lo se bien porque he vivido en lugares donde mi ventana a la realidad era internet .. siempre y cuando no corran la cortina de la censura.

Con las redes sociales, me siento  como mi abuela cuando me daba el teléfono para que le marcara a llamar a mi tía.Yo estudié en Soria, en soria del 95 al 99. Literalmente, el siglo pasado.

No había internet. Por no haber no había ni dos salas de cine. La peli la cambiaban para el fin de semana. Como se vendiera bien, te la dejaban dos semanas y con el frío que hace en Soria… si no ibas al cine, ¡se te congelaba hasta el plan! Por si fuera poco, no había internet para comprobar la cartelera así que caminabas en el frío y al llegar… la misma película. Problema. Si tus amigas no habían llegado no podías cambiar los planes en el momento. Esperabas tiritando hasta que llegaran, con suerte serían puntuales. Cuando sólo faltaba una, se llamaba a su casa y dejamos el mensaje: “si llama dile que hemos ido a la teteria que es la misma película” . Ella al llegar y no ver a nadie, llamaba a su casa y de ahí nos buscaba. Lo dicho, el siglo pasado.

El teléfono móvil.

Me fui de Erasmus. Los aviones eran un lujo y era mi mi primer viaje en avión sola. Ahora que tengo hijos pienso en mis padres. Qué angustia debían tener, que valentía, que confianza en mi y en la buena suerte, para dejarme ir a vivir al extranjero sabiendo que hasta que no llamase no sabrían nada de mi.

Pase mi año Erasmus sin teléfono, sin internet. Iba a una cabina una vez a la semana a llamar a mis padres, nos decíamos lo justo o cuando no tenía dinero llamaba a cobro revertido. Y cuando se tragaba las monedas… me fastidiaba el equivalente de la comida de un día… No tuve móvil, hasta que unos meses después me fui a vivir con dos chicas italianas. Una tenía una familia con dinero y ella tenía un móvil que le dio su padre, nos lo cedía.Grande como un ladrillo, pero más pequeño que la cabina y sobre todo, ¡podíamos llamar desde casa y recibir llamadas! ¡Vaya invento tan práctico! Eso fue la primera vez que tuve tecnología y ni era mía… Lo mejor; a mi tampoco me importaba. A mis padres si.

El ordenador.

Yo tuve un ordenador de segunda mano el último año de carrera. Era de esos grises, tan robustos, con esa pantalla MS2 que salía y grababa los trabajos finales de la carrera en discos, ¡si floppy!

Después me fui a Nueva York unos meses, lo mismo, sin teléfono ni nada, pero el avión ya no era la primera vez que lo cogía…

Cuando volví, mi padre tenía el primer móvil. Era de todos. Cuando empecé a ir a trabajar de intérprete por ahí, me lo llevaba. ¡Wow! como me sentí… de importante, de moderna… Era negro, no era 3G pero era un super 3D porque era grande en todas las direcciones. Tenía una antena gorda y corta, como el rabito de un perro rabón recién nacido,¡qué bonito!

En verano trabajé en una empresa de import export y algunos clientes usaban el mail, los españoles…la mayoría fax.

Me fui a Portugal con el móvil familiar. Por desgracia, el roaming era tan caro se consumía el crédito… Nada que hacer, las conversaciones se cortaban nada más empezar.

Y con el cambio de moneda. Mi vida cambió.

Me instalé en Barcelona en un piso compartido. Había internet. Me llevé el ordenador “nuevo de segunda mano”, de mi ultimo año de carrera. Mi primeras traducciones y documentación para interpretaciones fue por mail. Si. Mixmail. Cuántas horas habré esperado a ver si conectaba el modem, y cuando conectaba, se desconectaba, horas y horas, volviendo a escuchar esos pitidos del modem y esperando a que los ficheros se cargaran o descargaran…

A los seis meses, justo después de llegado este siglo, descubrí internet. La verdadera internet.

Buscaba trabajo y lleve curriculums impresos en una copistería a muchas ETT. Me llamaron de una, me hacían una entrevista para una empresa la chica me dijo el nombre.

Corriendo, abrí el ordenador y esperé… conecté el modem… y esperé, escuché los pitidos… busqué en internet el nombre de la empresa… me salían páginas porno…Leather X… Desesperada lo dejé. Al día siguiente fui a Hospitalet a la entrevista… uy uy uy…. ¿y si era una empresa porno? No sabía si darme la vuelta o no. Pero seguí y la vida me cambió.

¡Se trataba de una empresa de internet!  Algo que se llamaba B2B. Me contrataron.

Solo había mails. El tiempo de respuesta eran 24h. No más. Era una plataforma virtual donde gente de todo el mundo venia y compraba cuero en este zoco virtual de barcelona.

Ahí me modernicé. Pasé del pleistoceno sin cines a una empresa tecnológica con más de 30 desarrolladores….

Llegó el móvil. Al cabo de un par de años, mi primer ordenador portátil con ADSL. Y de repente se hizo normal salir siempre con el móvil, decir las cosas virtualmente en vez de delante de un café o cerveza, todo se normalizó y avanzó y avanzó tanto que ni me di cuenta.

Acomodada a eso, nos trasladaron a otro país en el  2004 y perdí velocidad de conexión. En 2008 en otro país ya hasta perdí el ADSL. Aunque como en la vida siempre se gana algo, gané una factura por una conexión a internet de 350 euros al mes. Todo porque yo quería estudiar online, trabajar online, leer los periódicos, comprar billetes de avión y hablar con skype con mi familia. Eran mis requisitos para poder tener un “mínimo” de calidad de vida así que religiosamente pagaba los 350 euros al mes hasta que cansada de que no funcionara cuando había viento y que cuando lo hacía era a velocidad ralentizada, cambiamos la tarifa a 100 euros. La calidad: exactamente igual. Necesité la tecnología y la pagué cara, pero aprendí que contrates el más barato para empezar y luego si no es suficiente… ya cambiarás…

Estuve unos años “desconectada”. Era ya privilegiada por tener un móvil, ordenador e internet. En el país de los ciegos el tuerto es el rey.

Salté al futuro en 2009.

Llegué a un país donde la tecnología era tan normal y asequible que en te costaba menos una tarjeta sim con teléfono y 30 euros de recarga gratis que solo la tarjeta. ¡Y las podías comprar en cualquier supermercado!

En ese destino descubrí las redes sociales con un super teléfono que era como un ordenador de bolsillo.  Ahora tengo de todo, ipads, teléfonos, portátiles, cámaras de seguridad wifi, una tele que apagas con una orden oral y obedece más que mis hijos y dos super robots que aspiran todo sin rechistar.

Mi vida está llena de tecnología. Algunas cosas las utilizo, otras… fue más una compra por intentar sentir que estaba al día.

Tengo Facebook como todos (o casi todos) y linkedin porque es el modo de buscar trabajo. Empecé un blog como publicidad de mi libro pero es la cuenta FB la que utilizo.…

Pinterest o Tumbr o no se qué… demasiado. Yo ni llego a todo eso.

Tengo tantos logins contraseñas y usuarios que me pierdo. Parece que tengo un nombre y apellidos demasiado común porque nunca está libre y me toca elegir nuevo nombre de usuario en cada red. Tengo tantos que ya ni se quién soy. Creo que he de ir al psicólogo porque tengo múltiple identidad 2.0.

Abrí Twitter pero piaba tanto que lo cerré en tres días y no lo he vuelto a usar desde 2011… Me gustan más los perros que los pájaros, aunque sean azules.

He sido reticente a reabrir Twitter, pero no me quedó otra, el master lo exige. Me inundó una ola de miedo… ¿qué he de decir que haya que ponerlo en un twiter? ¿De dónde y sobre todo cuándo voy a sacar yo información para tuitearla? ¿Entre actividad extraescolar y deberes? Viviendo donde vivo y con la vida que tengo; lo más interesante que tendría para twitear sería una foto de un hombre en el burro cargado de manzanas haciéndose un selfy. (Lo peor, es que eso va en serio).

A veces siento la tentación de hacer como mi abuela cuando quería llamar a mi tía: “anda márcamelo tú” y me tendía el teléfono diciendo que ella no sabía usarlo, que le daba miedo, que era de otra generación y no entendía cómo marcar el número.

He mirado a mi alrededor y la verdad que no veo a nadie que marque por mi. Veo muchas otras madres como yo, que somos del “siglo pasado” y vivimos en países que en algunas cosas siguen dos siglos atrás.

Tener Facebook nos costó en su día. Ahora lo miramos todos los días cuando los niños duermen. Lo usamos para para ver los mensajes de amigos o familia. Lo usamos por tener algo de conexión…o desconexión de la rutina. No creo que las mujeres que yo veo en mi día a día tengan ganas de ponerse a abrir perfiles twitter para decir algo en un espacio limitado de 140 caracteres. ¡Si poner la foto de los muffins del cumple del niño no necesita escribir y ya nos sobra! Ya sabemos como hacer lo básico con FB, ¡no nos liemos con más!

Para redes sociales, nuestro día a día: niños, casa, colegio, marido y su trabajo, amigas y algunas; choferes y señoras… Nuestra red social ya está hecha, viene como de serie al tener hijos siendo expatriada. En el caso de las expatriadas ya es muy amplia, tanto que Facebook ha hecho posible que “mantengamos” a nuestras amigas a pesar de que no nos podamos tomar café con ellas y hasta eso cuesta mantenerlo. Yo no llego ni a felicitarlas a tiempo en FB.  Sólo nos faltaba tenernos que sentar solas a aprender de Redes sociales y de Feeds. De “feed” (alimentar en inglés), sabemos solo de alimentación y nutrición humana, y a la mitad ya nos satura el tener que estar todo el día pendientes de ello. De networking … somos las reinas. Llegamos a un lugar nuevo solas a cargo de la familia, y en poco tiempo y con “contrato temporal” creamos una red de personas disponibles 24h a coste 0 que sería la envidia de muchos jefes de super empresas.

El mundo virtual toma espacio, corre en 2.0 y twitea constantemente. Yo me niego a olvidar que la vida me enseño que lo más importante y lo mejor está  en el aquí y ahora.  Quiero reír en directo y que el otro me de un pañuelo para secarme las lágrimas o que no me pierda en la pantalla si me duele la barriga de reír y me agacho. Quiero hablar y que cuando lo necesite me cojan la mano. Quiero tocar a mis hijos al hacerles cosquillas. Quiero abrazar a mi madre y oler a mi sobrino recién nacido. No quiero ver una tortilla de patata de mi padre, ¡quiero comer la tortilla!  Yo desde el otro lado del mundo necesito que me abracen, y eso aunque sus yo 2.0 lo envíen a mi no me llega…

He llegado hasta aquí y parece claro, no necesito el master. No tengo necesidad de Twitter y los ruidos y estrés de la información constante, porque para información constante y en 3D los tres niños a la salida del colegio… Se que no soy la única con 37 años que se debate entre la necesidad de ponerse al día, comprender las redes sociales y entre la falta de motivación, energía y tiempo  para hacerlo… ya tenemos facebook y ahora incluso whatsup.

Cuando quiero correr, dejar el master, cerrar el Twitter y acariciar a mi perro, me digo que tengo 37 años, aunque haya vivido en el “siglo pasado” me queda mucho que vivir y trabajar en este, y por si fuera poco… tengo tres niños de este siglo. Ellos no saben lo que es un floppy, no saben lo que es no tener internet, me dicen búscalo en google, en vez de búscalo en la enciclopedia, y envío mails a las profes para decir que están enfermos o que no pudieron hacer los deberes para que todo quede “registrado” en el sistema. Las recetas no se las da la abuela, las buscamos en una “www. página.com” y si me descuido ya ni llorarán por que sus amigos se trasladen, total… como tenemos Facebook…

Si no quiero que haya una brecha generacional enorme más me vale que aprenda a moverme por este otro mundo. Así que me reabro Twitter, no por que quiera, si no por evitar la brecha que no quiero. La vida ya me enseñó que “lo más seguro, es que quien sabe” . Fui a la entrevista del cuero y me cambió la vida, tampoco sabía hacer muffins y ahora ¡hago hasta glaseado de colores! Es el momento navegar por el mundo 2.0.

Lo dicho, si buscáis a alguien que pueda “marcaros el número”… aquí me tenéis. Muy pronto tendré listos los recursos, conferencias y talleres para ayudaros a comprender este mundo 2.0 haciendo de puente para acortar distancias entre las nuevas generaciones y nosotras, las del siglo pasado.

Metedme en vuestra red, leerme al acostar a los niños y yo mientras me quedo con la ilusión de  leer vuestros comentarios también aquí.

Mónica, EXPAT-ñola

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